Las vendas son retiradas.
Puedo ver el árbol completamente desarrollado dentro de la semilla recién plantada.
Capto la relación causa y efecto que gobierna a toda la realidad.
Mis elecciones y acciones en la vida están motivadas por los resultados finales y no por ilusiones momentáneas.
Ahora puedo ver más a través de mis ojos; percibir más a través del ojo de mi mente; sentir más a través de mi intuición y entro en la frecuencia vibratoria.
Todo lo que hacemos en nuestra vida diaria, aun la tarea más rutinaria, tiene una bella esencia espiritual. Si trabajamos en ser conscientes de ello y en conectar con la energía espiritual que está oculta detrás de todos nuestros esfuerzos, podemos eliminar el velo de negatividad que nos separa de la plenitud que es nuestro verdadero destino.
Para enfatizar la presencia de una esencia espiritual dentro del entorno mundano, los debemos hacer una analogía entre esta esencia espiritual y una pieza de música: una canción que siempre existe de forma potencial, pero que no se vuelve real hasta que alguien la canta.
Una de las maneras en que somos ayudados a lograr este propósito es siendo empujados en una dirección distinta de aquella que nosotros nos trazamos, o ser empujados en general. En el curso de nuestras vidas, nos ponemos ciertas metas y trabajamos para alcanzarlas. Pero lo que realmente cuenta es que cambiemos en el proceso de lograr nuestros objetivos.
Se trata del viaje, no del destino.
Sí, los objetivos son esenciales, pues sin ellos no tendríamos dirección. Sin embargo, el logro de éstos no es para lo que nacimos. Nacimos para cambiar. Pero, a menudo, en el momento en que algo interfiere con nuestros planes, nos decepcionamos.
Una nueva manera de ver esto es sabiendo que hay un proceso más grande trabajando y asistiéndonos constantemente en nuestro proceso de cambio. Se trata de cambiar nuestra conciencia y disfrutar el proceso.